El entierro de la Agenda de 13 puntos
Después de largos y dolorosos padecimientos, producto de una enfermedad incurable, dejó de existir la llamada Agenda de los 13 puntos que acordaron hace cinco años el presidente boliviano Evo Morales y la presidenta chilena Michelle Bachelet. Conocido el certificado de defunción, el cadáver fue enterrado en la Fosa de Iguazú, ante la presencia de numerosos deudos latinoamericanos y los mandatarios de Bolivia y Chile y después que el presidente Sebastián Piñera rehusara asistir a una reunión en nuestro país para mediados de diciembre, cuando debía hacer trascendentales declaraciones, aunque ya había afirmado que “era imposible dar una salida al mar con soberanía a Bolivia”.
La Agenda del fatídico número 13 se limitó durante cinco años a resolver el caso de las aguas del manantial del Silala, quedando los otros 12 “para después”. Inclusive el tema de la salida al mar para Bolivia quedó relegado a último plano, porque lo único que interesaba a las dos cancillerías eran las aguas de ese manantial, aspecto que, finalmente, a punto de aprobarse, abortó por la enérgica resistencia del periodismo progresista de Bolivia. Tal aprobación hubiese significado una traición a la Patria, un acto de entreguismo y un enorme e irreparable daño a la integridad física, soberanía y dignidad bolivianas.
Cinco reuniones de viceministros terminaron en fracaso total, en particular la última que fue suspendida por el Gobierno chileno y sustituida por una reunión de los presidente Morales y Piñera en Brasil, oportunidad en la que, finalmente, se trató la cuestión de la Agenda, aunque para volver a fojas cero. En efecto, los dos presidentes aprobaron poner los santos óleos a la Agenda del fatídico número 13 y decidieron, en cambio, el diseño de un nuevo proyecto en sustitución del desechado.
También se acordó, a manera de poner una cruz negra sobre la fosa del cementerio de Iguazú, formar una comisión para impulsar un nuevo diálogo destinado a buscar soluciones “concretas, útiles y factibles”, sin que se sepa si ellas serán beneficiosas para Bolivia o Chile. Se debe insistir en que esas negociaciones resultarán siendo estériles, pues no existen, ni mucho menos, relaciones diplomáticas entre ambas naciones e inclusive recientemente en ese país vecino se rechazó esa posibilidad.
En líneas generales, lo que quedó de cinco años de palabrería fue que la Agenda de marras murió sin pena ni gloria y, en cambio, en adelante se abre otra negociación a cargo de una nueva comisión que pisará y pasará sobre la finada Agenda fatídica, porque no existe la resurrección. Además, será de esperar que la Cancillería de La Paz no vuelva a “pisar el palito” y se deje de ilusiones como la “diplomacia de los pueblos”, “la confianza mutua” y otras “lindezas”.
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