Sociedad Boliviana de Estudios Históricos
El presidente Piñera y la salida de Bolivia al mar
Abraham Köenig, mentor del ultimátum de guerra que le fue entregado al canciller de Bolivia, Eliodoro Villazón, emplazó al Gobierno liberal de J.M. Pando a entregarle el mar boliviano mediante un tratado a suscribirse o enfrentar, en caso de resistencia, la reanudación de la guerra. En respuesta a este ucase el canciller Villazón, por toda aceptación, le pedía a Köenig, inconcebiblemente, reservarle en el tratado a firmarse un puerto de salida al mar como única condición de la aceptación boliviana del ultimátum. Explicándole al Gobierno boliviano la imposibilidad de atender a Bolivia en su petición de reservarle un puerto en el norte de Chile, Köenig le hizo conocer al canciller Villazón su excusa con esta disculpa: “Al norte de Arica no hay puerto, ni siquiera una caleta mediana; desde Arica hasta Sama la costa es brava y casi inabordable”. “Al norte de Arica la vista se pierde siguiendo las sinuosidades de una costa inhospitalaria”. “....en conclusión, se impone la fuerza, Chile no acepta la cesión”.El presidente Piñera conocía dicho antecedente, tal vez lo olvidó muy a propósito para reincidir en la misma postura de Köenig, al declarar recientemente que su opinión es negociar con Bolivia sobre la base de una salida al mar por el norte de Chile, sobre la frontera del Perú. Maliciosamente o no, al adelantar una propuesta de solución al pedido boliviano de obtener una salida al mar ha incurrido nuevamente en burla contra los justos derechos que tenemos para recuperar soberanía marítima. Ofrecerle a Bolivia una “faja territorial” de 10 kilómetros de ancho, en una región inhóspita, “falto de seguridad y abrigo”, no constituye un principio serio de entendimiento sino de consumación de una humillación a la dignidad boliviana. Una estrecha franja de territorio situada entre las extensas costas de Chile y Perú, no toca ni por asomo al desenclaustramiento de Bolivia, que es la esencia del arreglo pedido.
Al contrario, la negación a dicha petición empeoraría la situación precaria de Bolivia, ilimitadamente, hasta llegar a un punto histórico de inanición nacional porque Chile está trabajando para llegar a ese momento. El error de Bolivia es sentirse desamparada por la comunidad de naciones y la ley internacional y soñar con llegar a un acuerdo a nivel político con Chile, de Estado a Estado, sabiendo que este país agresor lo está sumiendo con su dominio implacable bajo el despotismo de un régimen colonial, cuando el problema del “tratado” es una cuestión esencialmente jurídica y no de dominación. Chile ha invadido el territorio nacional con su ejército y se ha apoderado del mar por la fuerza.
El “Tratado chileno de dominio” es la imagen exacta de los fines perseguidos por la invasión y la guerra, la imposición de su dominio político y la implantación de feroces castigos como el enclaustramiento que reduce su status a una situación de paria internacional. Pero Chile no ha de festejar para siempre su victoria actual sobre Bolivia. A la luz de la historia real, el país vecino no ha adquirido ningún derecho definitivo de propiedad del mar con el “tratado”. Conoce la comunidad internacional de naciones que Bolivia nunca le ha transferido a Chile sus legítimos derechos al mar y nunca ha renunciado a su soberanía marítima.
El agresor, empecinado, no quiere entender que con el “Tratado de dominio” no puede en derecho obtener de Bolivia ninguna cesión territorial o transferencia de derechos de propiedad del mar boliviano. Para resolver esta situación anómala creada por Chile, se pretende sustituir el “derecho” por el “dominio” de las armas; existe el derecho civil internacional y la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Hasta ahora, Bolivia no ha recurrido a la justicia internacional, pero debe hacerlo y obligar a Chile a respetar el orden internacional vigente entre los Estados democráticos y un procedimiento civil que norme, legalmente, las relaciones entre los Estados, conforme a derecho, para no fiarse de los “acercamientos” rapaces y de las mentidas “confianzas mutuas” aparentes. A más de un siglo de las patrañas ya conocidas, como son los falsos “diálogos”, se sigue sonsacando los derechos de Bolivia debilitados por el Tratado de Guerra.
Después de haberse firmado el “Tratado de Paz y Amistad”, Bolivia no ha dejado de ser víctima de más despojos y agresiones, instigados por las triquiñuelas del “tratado” opresor chileno. Hoy continúan las asechanzas geopolíticas sobre las materias primas bolivianas inventariadas por Chile en la Agenda sin exclusiones del año 2006, como gas, agua, petróleo, minerales, etc., como se ve en la Agenda de la penetración expansionista chilena sobre las riquezas naturales de la nación.
La “salida” de Bolivia de su actual prisión, al mar, por una inhóspita “faja” de territorio a trabajarse en el norte chileno, nunca dejaría de ser otra cosa que una ventana de salida a un mar ajeno y a una costa “inhospitalaria”, convirtiendo a Bolivia en tierra interior de Chile. ¿Qué haría Bolivia con una costa de 10 Km. de ancho en una región “bravía, feroz, indómita, salvaje”? Bolivia acabaría sus últimos días de aislamiento en un lugar de confinamiento de la región costera desértica de Chile, país que, por amarga ironía, ha sido dotado por Bolivia de varias carreteras dirigidas hacia los puertos que nos ha usurpado, de dos ferrocarriles al servicio de sus intereses y de un paraíso del masivo negocio negro moviéndose en gigantescas caravanas hacia los puertos secos del contrabando.
Bolivia, en el siglo anterior, está en la historia, ha sido derrotada por una invasión largamente preparada para rendirla y ha sido sometida a un régimen de dominio colonial por la traición liberal que aceptó el “tratado” chileno. Sin embargo, de tan infaustas catástrofes sufridas, Bolivia se mantiene hoy en pie, altiva, a pesar de tener amputado el Departamento del Litoral y usurpado el mar invadido, sus ríos despojados, privada de soberanía marítima, enclaustrada por el dominio absoluto y perpetuo del “tratado” chileno, esquilmada por el libre tránsito impuesto a perpetuidad y sometida su economía a un régimen tributario. Esta “salida” de Bolivia de su cautiverio actual al mar universal, sería permitida por Chile sólo para exportar minerales.
Esta receta prescrita por el presidente Piñera a la nación, retrotraería a Bolivia al antiguo status de colonia española y a la minería de enclave de Potosí para trasplantarla en nuestros días al país en aplicación del dominio chileno. Este es el destino de Bolivia por el que trabajará el actual Gobierno del presidente Piñera, cuando para asombro de todos los pueblos, en forma abierta se niega soberanía a la “salida” de Bolivia al mar, en ejercicio de un dominio que no puede ser más que colonial, implantado sobre Bolivia con el “tratado” de 1904, rotulado por Ismael Montes y Germán Riesco, presidentes de Bolivia y Chile, con el membrete humorístico de un “Tratado de Paz y Amistad” inexistente.
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