Clama justicia la sangre de Avaroa
“¿Rendirme, cobardes?, ¡que se rinda su abuela, c...!”, bramó Eduardo Avaroa en el puente del Topáter, ante la intimidación del vecino invasor. E inmediatamente fue abatido por las balas de quienes representaban el expansionismo, la depredación y el enclaustramiento. Por consiguiente su sangre clama, implora y apremia, hoy como ayer, justicia para Bolivia, en su histórica demanda de retorno al Mar Pacífico, y castigo para la estirpe de Caín. ¡Honor y gloria en su tumba!
Esa lección de bravura fue escrita con dolor, con sangre y la propia vida, por quien jamás claudicó ante el usurpador.
Actitud que debe reavivar el cariño, el afecto y amor por la Patria que nos vio nacer, nos cobija y en última instancia acogerá nuestros restos. Asimismo nos induce a redoblar esfuerzos por un mañana mejor de la Bolivia siempre postergada, humillada y desmembrada, por quienes dicen ser sus amigos y hermanos.
Marzo es un mes para honrar la memoria de nuestros mayores que con sus pechos detuvieron el avance del enemigo en 1879, que con su coraje y firmeza hicieron trastabillar a los “rotos”. La infausta fecha del 23 de marzo de 1879 nos invoca a reflexionar acerca de la insensibilidad, la indiferencia e indolencia de los gobernantes araucanos, de tinte derechista o izquierdista, que nunca respondieron positivamente a la exigencia nacional de restitución marítima, quizás por temor a ser sancionados por las leyes, la historia o los hombres de su país. Pero lo cierto es que dieron señales de permanente obstrucción en el tema específico del Mar.
A más de 130 años de enclaustramiento, nada obtendremos cultivando amistad, o estrechando relaciones con el victimario, sino exigiendo soluciones a nuestro problema marítimo en consonancia con las reglas de juego de la justicia internacional. Sólo ella tiene la capacidad para dictaminar un fallo favorable para Bolivia, por lo que desechemos las acciones arteras del Mapocho.
Antaño gobiernos de turno se aproximaron a Chile, buscando posiblemente sensibilizarlo para que nos devolviera territorio marítimo cautivo, pero se frustraron las expectativas, debido a la suspicacia de dicho país. El NO chileno a la reivindicación marítima boliviana terminó entonces las “relaciones amistosas” de ambas naciones. Gobernantes civiles que correspondían al esquema de la Revolución Nacional, o del cambio estructural, incurrieron en tales propósitos.
En este marco algunos mandatarios chilenos fueron objeto de honores en la casa presidencial de la plaza Murillo, pero ni esta actitud de servilismo logró cambiarlos de mentalidad en relación con nuestro enclaustramiento marítimo. Los honores, las condecoraciones y reconocimientos cayeron en saco roto.
El momento histórico nos exige no sólo rescatar la historia sino reasumir sus enseñanzas, sus orientaciones y señales, para transparentar el presente y dignificar el futuro, para honrar a nuestros mayores y templar el espíritu de lucha de los que vienen.
En suma, exijamos solución a nuestro centenario enclaustramiento, sea quien fuere el gobernante chileno. No esperemos de la derecha ni de la izquierda la solución. Tampoco es el momento para tratar de hacer amistad con el enclaustrador. ¡El Mar nos pertenece, recuperarlo es un deber!.
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